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Mostrando las entradas de octubre, 2010

Carta olvidada en la escuela de Lutería

Van de la mano, una cosa y la otra, y en el preciso momento en que todos se alborotaban por uno de los fuelles rotos del acordeón, yo te miraba indiscretamente. No me alcanzaba sólo Ingrid, así que me las ingenié para saber cómo te llamabas en la niñez, qué nombre adoptabas cuando eras la actriz de moda o de qué manera cedías al silencio sordo del tiempo que era interrumpido por un diminutivo secreto. Desde entonces, todo era impalpable, ráfagas de luces y sombras que irritaban mis danzas insipientes a tu alrededor. Todo era breve, terribles momentos de sed indescriptible. Afuera del aula, las risas iban perdiendo su tenacidad, y se convertían en ruido de mar o en palabras de amor y de olvido, también de nada. Yo soñaba con besos irremediables, y tampoco me alcanzaba; por eso te miraba, te calculaba como se calcula el pestillo y la cuerda de una recta tangente. Poco después, sentados antes de entrar a esa clase insoportable de corcheas y semicorcheas, vislumbré nuestras mañanas y nuest

Alejandra en la vía láctea

En medio de la confusión, lo que les quedaba claro a sus hombres era que de Alejandra sólo se podían esperas dos cosas: su insólita complicación para arquear la espalda, y su fervor por la vía láctea-lo más urgente posible. Yo era uno de los elegidos. Digo era porque mi desempeño como hombre de Alejandra proscribió repentinamente como suele suceder con todos. Ninguno, creo que ninguno de nosotros, los que fuimos su panegírico y a la brevedad como por obra de magia, un insulto en su vida, dudamos de si alguna vez Alejandra amó. Era un hecho, pero jamás se nos pasaría por la cabeza que uno de nosotros pudiera conseguir tal estatuto. Nos asumíamos como pasajeros de entrada. Naturalmente, junto con el enorme caudal de preceptos que debíamos aprendernos antes de perderla, tampoco sospechábamos de todos sus hombres. Alejandra era, mejor dicho, es un mujer de muchos hombres. En mi vida apareció casi disimuladamente; para entonces, yo me adjudicaba una incapacidad congénita para el fr

Chateando la gente se entiende

Eya dice: el jueves próximo vuelvo de México y vamos a Plaza de Almas Yo digo: ...y con ésta van tres, y nada, che...vos hacés y deshacés Eya dice: tomálo o déjalo Yo digo: ¿no te digo que te servís sola? Eya dice: vos me querés sólo para garchar Yo digo: ¿cómo vas a ir vestida? Eya dice: provocativa, con un gran escote Yo digo: doy fe que sos provocativa Eya dice: ves, sólo sexo querés de mi Yo digo: estoy pasando por una etapa distinta voy a tener que conocerte antes Eya dice: ¿querés que vaya así? Yo digo: linda fotito si vas así voy a creer que sólo querés sexo de mi Eya dice: vamos a ver... soy muy exigente Yo digo: por el momento tu exigencia me excluye Eya dice: porque vos sólo me querés garchar ¿o no? Yo digo: estoy confundido quiero decir, pasando por un momento infinito Eya dice: me hacés reír, si querés sexo sólo tenés que decirlo Yo digo: ¿por qué querés conocerme? Eya dice: me parecés un tipo interesante Yo digo: ¡ah! Claro, entiendo por eso de la riqueza cognitiva, etc, e

De generación

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La Pip que lo parió , dijo el más Pip del barrio, sin advertir que le iban a romper el pip. Dicho y hecho, le abrieron el Pip a más no poder. Pero le gustó al más Pip del bario, así que hizo de esa negligencia una módica vida. De más está hablar de los autores intelectuales, y los no tanto, de la devoción por el Pip del más Pip del barrio. Porque éstos Pip de Pip que con tanta frecuencia se paraban en la esquina a drogarse y a manosear a las pendejitas Pip que se dejaban Pip por una tarjeta para el celular, jamás se imaginarían- pongámoslo de éste modo: la corteza cerebral de éstos individuos indeseables, se asemejaba a la de un Bonobo en etapa de gestación, así que de imaginación ni hablar-transformados en autores, y mucho menos en intelectuales (siguiendo el hilo conductor que indica este camino). En el barrio a eso le dicen PIP, o su equivalente en la jerga futbolera PIP. De todos modos, los muchachos de la esquina, convertidos en el hazme reír de los vecinos, es decir, se les Pip

Documento 1

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En la punta del ovillo hay una gotera. Una gotera dije, que no es cualquier gotera, señores. Estamos en presencia de una gotera envidiable, de esas envidiables goteras que escapan a manuales y a impermeables. Al principio, principalmente hablando, principiamos que nos encontrábamos frente a un coloso que daba la talla en lo que usualmente se principia como un inédito; nada más alejado de la verdad que ansiamos tanto como buscamos. Todos conocíamos la mitología, sencillamente porque nosotros la escribíamos a raja tabla-ella también nos escribe, sigilosamente hablando o escribiendo. La gotera es parte de éste cielo raso, más raso que el raso de los cielos nuestros. Y así en la tierra como en el cielo-raso-convivíamos, de hecho, convivimos actualmente con nuestra gotera. Párrafo aparte se merece la otra punta del ovillo. De vez en cuando somos capaces de discernir –nótese bien ese de vez en cuando-lo que nos entrega la gotera. En momentos como esos consultamos al mejor de nosotros y lo

En la pagina 33

El animal remoto salta de una página La que me recuerda el diminuto instante de un cumpleaños Tenaz ardiendo en versos que aún no son palabras Y en los ojos esquivos del animal Recostado ya como un flor seca en medio del libro Mi rostro se lava de las cosas que me faltan En la pagina 33 me siento bello Además un poco más viejo Y un poco al pedo Se trata de ella múltiplo de la otra Esa crítica celebración percibida lejanamente por un ateo Esas manos apretadas entre entrepiernas balbuceante Sin la innecesaria contundencia de mi sexo Ellas Sobrevivientes de huesos arrancados Van escribiendo importancia donde no está Yo Viejo También innecesario en partes soy feliz Casi feliz descansado desde mi biblioteca Pensé en mí cuando era gigante Como lo son ellas dos intercambiando ráfagas de viento Es que el animal remoto es ese casi olvido que nos marca Una risa de descubrimiento imprescindible Esa noche que se anuncia La que parece haber sucedido en la basteza de años anteriores Una caricia que

Aprendiendo a decir nunca se dice

Presiento. Que una lúgubre gota amarillenta va a sacudir estas calles. No es para nada despreciable, y como dicen los que saben: es mejor, siempre es mejor. Un algarrobo, a continuación el imperio de Kant. Algún robo o posición de decúbito preparada para no golpearse las costillitas escurridizas de niña polimorfa. La fuerza de un hombre es proporcional al paisaje de la poesía innecesaria de la falta de contacto. Alguien me espera, y no es que quiera abrevar, mejor dicho, abreviar la incontinencia de la falta de contacto. Que una lúgubre gota amarillenta va a sacudir estas calles, no es para nada despreciable, mucho menos si se trata de un robo de algo del imperio reluciente de Kant. Porque muchachita, si, si, a usted me dirijo ¿por qué no mira el espejo, suyo, y no el de otro? Se lo digo así: deje de mirar el espejo de los demás y mírese usted que ya hay demasiada poesía, incluso aburrida. Si no me cree, vaya uno a saber, la gota lúgubre se lo va a reprochar, ni qué hablar

La tarde del sábado

Con una seguridad envidiable-también escalofriante-Guada interrumpió mi historia de la rubia de ojos verdes que dejé con el vaso de agua en la mano para decirme que esa era la casa de Silvana. La casa se parecía a las que hay en serie en el barrio Gente de Prensa. En el garaje había un juego de jardín de buena mano, amarillo, cerca, una bicicleta antigua y oxidada; el árbol del frente le garantizó que era la casa de Silvana. Yo no estaba muy convencido, mientras Guada tomaba sus fotitos, intenté recuperar de mi memoria lo que sabía de Silvana. Lo primero que se me vino a la mente fue que era de una familia judía y cosmopolita. Pasó toda su infancia conociendo los lugares más turísticos de la Argentina; en su adolescencia, claro está, supervisada por algún familiar mayor y conocedor, inició sus viajes por Europa y algunos países del norte de América del Sur, en especial Brasil. Estudió en la Escuela Vocacional Sarmiento y como buena sarmientina cumplió con todos los preceptos de su form