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Mostrando las entradas de febrero, 2011

Trabajo práctico

Ninguno se atrevió a decir de cuál de los Karamasov se trataba. Lo suponemos. La suposición: la nuestra; era alarmante. Anticipado siempre con su típico campanazo, llegaba el muy piyo. Su posición : la de siempre, por favor, la silla roja de la derecha. Hecha siempre como en todo lupanar, de paja, de mucha paja, y de algo que aún nos cuesta dilucidar. Pero el tipo, suponemos febrilmente, el tipo con sus ademanes adulterados por el alcohol y la cal con que hizo mezcla para revoque; no dejaba nunca de agradecerle. El piyo, a esa altura del partido le chupaba la concha a la Laurita, previo gatillado de los $120 mangos previstos en los incisos pertinentes. Eso le reportaban unos minutos adicionales con su diva rota. Importaba poco si la concha de la Laurita bien podía... En fin, el piyo le hablaba de amor, de fugarse vaya a saber de qué fantasma con la boca llena de estertores que emigraban de esa concha excepcional. La Laurita, bien entendida en estos asuntos del corazón hinchado, le pro

La música y su nacimiento

En definitiva: nada.  Absolutamente nada, y podría ser menos.  El último párrafo que bien podría reivindicarlo como mío (ya que nadie lo reclamó) habla de lo mismo. De nada. Por jactancia o por gusto la nada y sus aventuras-y desventuras. La pieza sigue siendo un terrible asesino, ni las hermosas mañanas, ni el desocupación logran ahuyentarlo. Despierta con ganas siempre de matar. La nada lo seduce pero sólo por cuestiones estéticas, ya que la nada precisa divertirse con lugares comunes como en las novelas del colombiano ese. Quiero decir que no pienso hablar de la receta que es secreta y que todos conocen; me cago en lo que tenga que decir si es que hay algo que valga la pena: para eso están los panfletos. Vale la pena aclarar por si acaso surge en el siguiente párrafo la gorda puta que me la chupa cuando se le antoja. Anoche llegó reclamando su 14 de febrero vestidita con encajes y perfumada con una fragancia indescriptible similar al sudor de una virgen. Fue mía mientras extr

Errante seguro

Atrás quedaban las constantes demandas de besos, de ahora en más, arrancarle los ojos para ver qué de extraordinario se escondía en ella, persistiendo. Naturalmente, la ingeniosa prosperidad de la novedad se funda en que una desconocida es la suma de todas las conocidas; salvo-y esta excepción pertenece a una consideración meramente temporal-la que llega a destiempo. Tarde, esta memorable excepción, hace sucumbir la matemática amorosa sobre la sorpresa. Atravesar a pie un bosque oscuro en busca de restos para explicarlo todo forma parte de esta índole. La belleza avanza en este desorden. La mujer amada, retaceada debidamente detrás de sus ojos-también en el tabique del tiempo-constituye el andar errático del amante más bien perdido en un posible hallazgo. Evocar una hazaña, una pregunta sobre el despertar de un enigma, avienta por los aires la necesidad que aspira por ver detrás, por quitarle los ojos que no son ojos, más bien, lo son en la medida de intuir la expresión desvencijada de

Educación sentimental

A río revuelto ganancia de pescadores . -Al final se terminaron los cucarachas, rachas. -Ni pensar que tenga que ver con la máquina de picar carne apergaminada psicoanálisis, sis. -¡Por mil Kafkas retorciéndose en los gusanos de la noche, che! -Seguro que tu madre es repostera, era. -Y tu padre, funebrero y orador del Kamasutra, y campeón, peón. -A mi me gusta eso que el público aplaude llamándolo ombligo, higo. -Mucho menos que antes te quiero. Dedo índice seña lala imperiosa retintineando: -Eco, eco, falta el eco. -La culpa es de Cicerón, historiador de lo vencedores, ores. -Venga a nosotros tu eco, eco. -Eres el poeto sin eco, ni la Pizarnik te salva, va. -¡Me cago en los rulemanes de Cristóbal Colón, lón! -Poeto sin eco ¿por qué gusta te tanto la vidurria, cabezón, són? -Ahora comprendo, voy a adolerme al son del dolor estipulado, hado. El poeto resuelto en llamas del viva la pepa. -Ahora me miro al espejo, las habas del misterio so

Un susobicho proverbial

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“Hay algo peor que la derrota y es perder el conocimiento.” Antígonas Celiar González. Boxeador Dominicano. 33-2 -28-3 Las mejores narraciones se agotan en un etcétera; en un veremos mañana qué es lo que pasa: sino fuera. Sino, fuera (un signo de interrogación gigante se interponía siempre luego del sino, fuera); por demás curioso, esa frase tan cristiana de dar fin al asunto. Y el dolor se propaga hasta por los codos, es decir, poco despues de los puntos y a parte. Antígonas Celiar Gonzáles, esparrín profesional, advertía estos pormenores a sus discípulos. Les hablaba a todos de la derrota-estúpida-igual que de la victoria-única puta disponible para los muchachos del gimnasio. Para caer, repetía en sus frecuentas arrebatos verbales, hay que tener aire. Y todos los mocosos entendían correr, correr, de día y de noche para tener piernas, jamás se les ocurriría... -¿Te encuentras bien?¿dime qué día es hoy? El juez buscando a Antígonas dentro de los agujeritos oscuros que se perdía