Un susobicho proverbial

“Hay algo peor que la derrota

y es perder el conocimiento.”

Antígonas Celiar González. Boxeador Dominicano.

33-2 -28-3

Las mejores narraciones se agotan en un etcétera; en un veremos mañana qué es lo que pasa: sino fuera. Sino, fuera (un signo de interrogación gigante se interponía siempre luego del sino, fuera); por demás curioso, esa frase tan cristiana de dar fin al asunto. Y el dolor se propaga hasta por los codos, es decir, poco despues de los puntos y a parte. Antígonas Celiar Gonzáles, esparrín profesional, advertía estos pormenores a sus discípulos. Les hablaba a todos de la derrota-estúpida-igual que de la victoria-única puta disponible para los muchachos del gimnasio. Para caer, repetía en sus frecuentas arrebatos verbales, hay que tener aire. Y todos los mocosos entendían correr, correr, de día y de noche para tener piernas, jamás se les ocurriría...

-¿Te encuentras bien?¿dime qué día es hoy? El juez buscando a Antígonas dentro de los agujeritos oscuros que se perdían en el infinito de las gradas pululantes de una arritmia delirante.

-Si...si...hoy es. Antígonas medio grogui aún torcía el cogote como un pollito aplastado por una vaca. Tenía en su mente cada maldito movimiento que bien pudo esquivar pero no lo hizo. El Jab de derecha-Polonio Ascasubi bien apodado el Bombardero del puerto, poseía una zurda siniestra-y el cross de izquierda; los ojos de Polonio que lanzaban fuego artificiales. Uno, dos, uno, dos y a la lona. Luego el juez preocupado por su humanidad postrada y la fecha de hoy.

Fue el 3 de marzo de 1963, velada que conmemoraría el retiro inesperado del legendario Antígonas Celiar Gonzáles, más conocido como Mentón de vidrio. Ningún boxeador profesional era tan merecedor de tal apodo como Antígonas: 33 peleas avaladas por la Federación Internacional de Box, 2 victorias por Nock Out, 28 derrotas, y 3 peleas por indecisión de los jueces ¿Quién mejor para entrenar a los futuros esparrín dominicanos que Antígonas? Al principio, un sector (que no merece ser recordado en este momento) de la Asociación dominicana de box profesional, la ADBP, dudaba “que un perdedor imprima el espíritu de victoria a los futuros...”, y bla, bla, bla. El sector que ganó esa contienda, mejor dotados para argumentar el porqué Antígonas y no otro, sacó un as de la manga: porque recuerda todo. En la pared norte del gimnasio de la ADBP el lema de ahora en más rezaba:

“Hay algo peor que la derrota y es perder el conocimiento”. La leyenda seguía su curso. Los que nos dedicamos a la enseñanza-yo mismo soy un discípulo de Antígonas-sabemos muy bien que si el aprendiz no cree en su maestro todo está perdido. Contrariamente a lo que se creería, como ya adelantamos, los discípulos de Antígonas creían ciegamente en su maestro. Bien hice en utilizar la palabra ceguera porque ninguno comprendía la verdadera enseñanza de la derrota. Los que no creían en el maestro confundían derrota con derrotismo, lo cual en parte justifica la interminable sequía de campeones en tierra dominicana. La ceguera del éxito es proporcional a la ceguera de la derrota. Y así, los primeros combates amateurs de los aprendices más avanzados, que preferían violar el reglamento quitándose los protectores inguinales y los cabezales. Esos primeros intentos fueron muy angustiosos para Antígonas maestro. Iban al muere. Ninguno recordaba cuál fue el último golpe que su rival les propinó. El sistema presentaba una falla, algo que no funcionaba adecuadamente. Antígonas se acordó que en la pelea con Polonio el Bombardero del puerto podía anticiparlo con los ojos cerrados, pero algo que él no entendía hasta el momento le impedía repeler el ataque encarnizado de Polonio. Ese algo era lo que no tenía Antígonas para vencer a Polonio y a sus 27 anteriores vencedores. Antígonas era lento, no tenía una pegada fulminante como la mayoría a los que se enfrentó, se movía bien en el cuadrilátero pero tenía dos piernas izquierdas como decía su antiguo maestro; se destacaba por su alta absorción a los golpes, sin embargo, su mentón era infinitamente frágil (de ahí su apodo). A todo esto se le sumaba que casi no entrenaba, le gustaba la joda y la riña de gallos. También, y esto es lo contradictorio, se lo conocía en el baile como buen bailarín. El recuerdo de su última pelea fue el rayo que lo iluminó. Uno puede estal tapado de mielda ( su ere era una ere a la caribeña) pero se desconocen las propiedades curativas que puede llegar a tener en el asunto. Y con ayuda de esa filosofía sacada de los coleópteros que coleccionaba en el verano de su infancia supo en qué consistía el siguiente paso. Sepan lo que no tienen y van a saber lo que tienen para dar. Lema escrito en la pared sur del gimnasio.

***

Hasta aquí lo proverbial de la historia de Antígonas Celiar González. Corresponde a este humilde narrador recurrir al etcétera correspondiente para agotar esta historia aburrida y darle un giro que pegue más. Pienso en lectores más exigentes, esos que leen atontamente, y que me interpelan: ¿por qué escribís si ella no sabe leer? Abdican, eso es lo que hacen queridos lectores, no olviden que esto se hace de a dos, entre Rosario y yo, y si ella no sabe leer, menos sabrá escribir. De este calibre son mis palabras cuando tengo la panza llena, así que dejen de joder, si no les satisface eso, aquí les va otra: leo y escribo para los dos. Retomando la punta del ovillo, nos encontramos en una encrucijada. Desconozco a dónde van mis pies desbocados, roguemos: a la realidad hay que emboscarla súbitamente.

***

¡Tantos objetos y sin poder dormir! El susobicho increpa torciéndose un poco la jeta (perdón por la rima, era jabonosa). El susobicho no es un cabezón de mierda, agoniza de marasmo, eso que fue el mejor promedio de la clase Onanismo General.

-¿Cómo, cómo? Rosita Elpe Son apaciguada por la montonera de agua que se le filtraba.

-Marasmo, ¿entendés o voy a tener que pedirte que abrás un poco más las piernas para explicártelo? Susobicho marcando el ritmo de la canción en sus oídos.

-Guarango. Evocando con precisión atlética las diferentes manera de ser abarcada con fuerza, Rosita Elpe Son estaba.

-Agarráme el textículo, leelo, que del resto me ocupo yo y el cabezón.

-Vos sos agráfa porque en tu escuela sólo les hablan de lenguas muertas ¿y del silencio en movimiento qué? Mi generación es distinta, igualita a la tuya pero con más gusto por las miradas de la infancia, y los masticables.

-¿qué me hacés, cochino? Seguí, seguí, no te permito que te detengas. Rosita Elpe son tiesa en bicicleta y gorro rojo con víscera.

Susobicho torció en la esquina donde continuaba el buzón de la semana pasada. Pocas veces pudo sacarse de la mente algo tan importante. Unas ganas tremendas de ir al baño le vinieron, y no desistió. Se lavó las manos con que sujetaría al cabezón erudito y repasaron, versificaron juntos. A la salida, Rosita Elpe Son, leyendo sobre la vida de José Hernández en Santa Ana do Livramento.

-¿Te dije que tu nombre es musical?

-Me dijiste que te sonaba a música canaria...jamás logro entenderte cuando hablás de ese modo.

-¿Entendés cuando digo que me muero de marasmo, que estamos condenados a morir de marasmo?

-Sabés qué, te voy a regalar una peluca para tu cotorrita calva, así vamos a los recitales de la mano sin que se note.

-no te aguanto más, pero seguí, no te permito que te detengas.

-vamos a ir a una casa de citas a buscar algo, vos elegís.

-Yo sueño con tu pito, un poquito, pero preferiría recibirme de trabajadora social.

-¡Por mil velas verdes! Creo que estoy sanando. Y digo más, voy a dejar de lado el derecho de pernada, vas a ver.

-¡Uy! Estás (duro) desnudo como un mazo de naipes.

-¡Qué lindo! ) Legado (

***

Legado:

a) zona erómonima

b) te lo digo en lengua muerta: ass-hole

c) ahora en lengua viva: el tuje

d) habla solito, pobre

Lo cierto es que el otoño habla solito también, y eso que enferma a todos con sus ideas suicidas.

-¿y si empezamos de nuevo?

-¿y si te miento porque siento miedo?

-¿y si dejamos de lado la pernada y las rimas?

-¿y si comenzamos con los refranes?

-¡Calláte la boca, vos! Ahora saborea mi lengua exquisita que yo me eduqué para estas vicisitudes glotonas.

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