Getting home y La causa justa
El atractivo por China es inconfesable. Pero China como buen
buey bien se lame solo (solía decirlo de forma proverbial mi abuelo Paulino) no
necesita de nuestra falta de explicación para contarnos lo que le pasa.
Para los del Oeste, el cumplimiento de la palabra empeñada
siempre fue cuento de chino o en todo caso japonés, para los del Este es el
encuentro con uno mismo. Eso termina develando la tragedia de Osvaldo
Lamborghini en La causa justa. Tokuro-un maniático de la palabra empeñada para
los del Este, más precisamente para los del Conosur-elimina, luego de un mal
entendido idiomático, con una lluvia de puñetazos a su mejor amigo y descubre a
continuación que lo había hecho por amor. Al final, una vez cumplido el ritual
de despedir a su amor, se hace el harakiri sentado en un árbol. El cumplimiento
de la palabra condujo a Tokuro a la confrontación con sus propios valores
morales, a tal punto que al ponerlos a prueba se encontró enamorado y con un
cuchillo destrozándole las entrañas. En Getting Home el cumplimiento de la
palabra de dos trabajadores que eran amigos condujo a uno de ellos por un
camino completamente distinto. El tema de La causa justa es lo que se ocultaba
detrás de la causa justa, el tema de Getting Home es el duelo y los
inconvenientes de su puesta en escena.
En Getting Home la atmósfera es a cada kilómetro embestida
por la sordidez de la ausencia. El duelo duplica sus fuerzas cuando no vemos al
cadáver-pero sabemos dónde puede estar, lo intuimos-y en ese terrible abandono
la angustia breve y poderosa aflora en un llanto arrollador que va formar parte
del alejamiento. Cumplir la palabra empeñada, significaba para el protagonista,
cumplir con su propio destino, con su propio ritual de muerte. Poco importa lo
que pasa después, lo que realmente cobra valor es que la ley se acate: vivir el
mundo que se termina para el que partió. Creer en la muerte personal, es creer
en la ley, ya no de la naturaleza que nos traspasa, sino la que nos gobierna y
que somos nosotros la que la trazamos. El prodigio de la memoria se cristaliza
y roza el pecho de una mujer mientras actúa como ventrílocuo, hasta canta
canciones felices, feliz sobre el techo de un camión. Porque la memoria es la
rectificación de nuestras vidas en su propio peso especifico. Pero volviendo a casa,
no se cancela ahí, con la aceptación de la propia finitud y la angustia por la
perdida, sino con la angustia de un Zhao que no sabe donde enterrar el cadáver
de su amigo fallecido. Quisiera desconfiar de la sutileza del director al
contarnos soberbiamente que el amigo muerto es aquel que logró la revolución
cultural, que tuvo durante décadas una economía planificada. El final como al
principio parece no encontrar término. Para nosotros que fuimos chantajeados
por el tiempo modelado anticipadamente sabemos bien que el mensaje no podía ser
otro: el comunismo ha muerto. Y es aquí donde el cine chino tiene mucho que
decirnos porque su limite y su alcance son impuestos ideológicamente. Nada más
satisfactorio para el capitalismo, a través de sus festivales que una película
como Getting Home, acorde a los tiempos que la premiaron con las palmas de oro
en Cannes, en el preciso momento en que el proceso de restauración capitalista
en los ex Estados obreros se llevaba rabiosamente. Para un turista o para
un“amante de la fotografía”, la película puede conmocionarlos con sus hermosos
campos verdes, con sus montañas azuladas y abruptas, con su gente serena y
solitaria. China siempre cumplirá con el fascinante sortilegio del misterio,
aquello que se manifiesta pero de una manera subterránea. Para el que descifró
el enigma, vio hermosos campos verdes cultivados por gente serena, solitaria y
pobre con métodos primitivos, vio una agricultura sin maquinaria-quizá ese sea
el mayor efecto sobre los turistas y los amantes-vio el contraste de una ciudad
que expulsa a los emigrados del campo o de otras ciudades más pobres, vio a
nuestro entrañable guía debatiéndose entre la pobreza absoluta y el suicidio.
Incluso, el director se despacha con un optimismo abrumador: el amor que se
vislumbra es el futuro que viene después del duelo, un optimismo que por
supuesto no estamos dispuestos a adscribir. Entre tanto firulete, admito que la
narración es impecable como también lo es la interpretación de Zhao y cuanto
personaje aparecido en el camino. Párrafo aparte se merece el amigo difunto que
tuvo un formidable desempeño-físico y actoral- para mantenerse en un estado
casi cadavérico y que logró con eso hacernos creer.
A Getting Home se la puede contraponer a Naturaleza Muerta
de Jia Zhan-Ke que narra magistralmente las barbaridades que logra en la
actualidad el capitalismo en China, pero ese es tema para otro artículo.
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