Cuerpos eran los de antes

Con una vocación inexistente, pero oficial la punta del cuchillo que una vez la desarmó. El sentimiento es indefinible, igual a la fórmula: ¡EL MIEDO, MAMA MÍA!
Y cuando se solapa la culpa, sobre todo con algo de música para niños buenos, el sofisma recobra un retoño del hogar. El hecho es incomparablemente exquisito, como lo atestiguan los fragmentos arrastrados por la helada punta ardorosa del cuchillo. El hecho tampoco amerita locutores ni interlocutores aunque constaten su acreditación nacional.


Un día fuimos embestidos por la absoluta noción de una venganza: ¡EL MIEDO, MAMITA MÍA!
Los relojes se detuvieron para recuperarse del descanso. Nos sentimos, y hablamos duramente de la decoración de nuestro hogar. Yo corregía los jarrones, puertas y ventanas que ella escondía o cerraba. Hacerse el vivo no es igual a vivo hacer, sea lo que sea que siga a continuación.


Sin embargo, yo quiero ser escritor, le dije, y ella sonrió. Sonrió como si estuviera tartamudeando-era una sonrisa renga. El hecho era que todavía no la UV terminado de armar. Con la punta del cuchillo de hace un rato. La consideré mucho mejor. Esto es indiscutible: la presunta ausencia de la que presumía ella de ningún modo tocaba a su ritmo. El ritmo ni siquiera lo imponía yo. YO, sino el que escribe.

El pretérito perfecto de esta otoñal historia nos recuerda que algunos de los dos soñó (sin advertir vigilia de sueño) con hacer mierda al otro. Incluyendo la treta patibularia de la infidelidad:
¿Quién hablaría de nosotros, sin ese ábrete sésamo?

Fragmentarla, o haberla fragmentado, o habido fragmentado sinónimos que se distinguen uno de otro por el efecto provocado. No quiero ser un comentarista frívolo pero el frenesí con que se desdibujó el pasado trasformó la masacre en un bello orto (jardín)

Cuerpos eran los de antes

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