Palabras



-¿Qué son las palabras, sino la minucia de países limítrofes? En silencio y a pie, con un enigma o un señuelo a mano, las palabras se organizan, y luego traman a cañonazo limpio esto que se llama, que no dudé en nombrar: para que me ames así. Es un hecho que no hablo de amor, no del mío. Mi mundo pasa por la orgullosa luz de un calidoscopio. Entonces las palabras te confluyen, abren tus oídos inscriptos en tu llanto, o en la lluvia. Por tradición, por esos bordes arruinados que éramos los dos y que ahora es la condición de mi amor. Yo decía, y desde mi borde las cosas cobran el entusiasmo al que yo confundo por vida.
Tal vez sea por error, pero las palabras cruzan en señal de imputación. Los labios le son insuficientes, las mismas órbitas vacías en donde se esconden día y noche no alcanzan. Jamás he visto tanta conciencia del fuego. Las palabras son pocas, suficientes, otras, como en este caso, amasadas como soles de fuego, de chispa terrestre y tenue en ocasión de poder, de olas que van, y que a veces vienen. El resto es lirismo. Lo que nos queda a nosotros es lo que hicieron otros, nos quedan nuestros cuerpos menudos como las palabras. Abiertos al mundo inexplicable de cuando nada pasa. Yo solo espero ser el único al que puedas amar. Y no hablo de amor, no del mío que a veces va, y siempre vuelve. Pero si no hay nadie a quien contarle esto, lo que significa ser yo esperando tus rodeos, tu sexo a secas dando vueltas voy a cambiar el eje del universo, el sentido de las palabras y toda su falta de contundencia.

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