Un encuentro fascinate

Si te vieran la espalda, otra sería la historia. No la de los algodones de nuestro colage, del cielo confuso salido de la farmacia o equivalentemente de un súper mercado, que es nuestro, al fin-adviértase que vamos camino hacia alguna parte- que no admite señales ajenas, y porque mi aversión a las mudanzas (fantástico delator del paso del tiempo) o tu aberración (¡Oh! tiempo del paso fantástico y delator) por los volcanes de la isla, son perversamente proporcionales a los desajustes estéticos. De ahí en más, nos merecemos ser acechados por esos energúmenos que piensan ser reales. Eso nos trajo hasta aquí, a mi como el autor intelectual, es decir, el aturdidor de gorriones; y a vos como el editor. Digámoslo de otro modo: mi seudo-mimo y yo, sacamos a la luz a dos monstruos de la literatura universal, hoy buscándonos para ajustar cuentas. Retomando lo que nos trajo hasta aquí, yo y yo mimo, una sola persona, debe prepararse para ese encuentro fascinante con los energúmenos. Con la espalda demasiado pequeña, también demasiada tumultuosa cual joroba amorosa, mi paladar castellano-y argentino del noroeste argentino-corre deliberadamente porque la historia indica y sostiene ciertos sacrificios. Los que conocen el asunto, de oficio respetan y palmean al silencio, de profesión, los que conocen el silencio, escriben, y camino a la constante reconstrucción del rompecabezas de sus egos( los egos son comestibles), suspiran ante el asombroso panorama: la imagen/anterior ya no es la imagen/anterior. Y todos somos otros.
Entonces, Jorge Barrientos y Camilo. Impulsados por la creencia estúpida de un puñado de letras, el resto es pura fantasía o fascinación: a está altura son sinónimos. Se trata de una especie de venganza. Quizá, lo más acertado sería pensarlo de ese modo, de lo contrario surgirán vacilaciones propias de la situación. El abandono cumple el mismo papel que el sol de nuestro colage, un sol polenta polenta con firuletes arabescos tipo granitos de maíz molido amasijados por plásticola. El más peligroso de todos: Jorge Barrientos. Desentendido de la mudanza y de la huida del coloso opresor bien educado-se fue tirando pedos, cuentan las malas lenguas del barrio-pasó por la Marcos Paz preguntando por mi. Quien lo atendió supuso en su rostro nauseabundo a un simpático amigo mío, invitándolo a dar con los pormenores últimos del receso establecido en este período tormentoso. Sin embargo-y con embargo además: necesitamos café para simular tierra, en última instancia, cambiamos a una vegetación más propia del clima subtropical típico de este hemisferio y ponemos algo de yerba. Y seguimos prefabricando nuestro cielo perecedero. Decía, la novela fue sólo eso, un intento fallido.

Continuará(o esto esto será otro intento fallido de explicación)

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