Una paloma de plástico
La única manera de resolver la polémica era agarrando uno de esos sistemas de lentes llamado microscopio, o, en todo caso, un sistema digital frecuentemente llamado zoom. Agustina me tenía las pelotas por el suelo. Digámoslo así para que no se presten estas palabras a confusiones: aprovecharse de un ciego a los colores, es un golpe bajo, por lo menos un intento de escamoteo a la discusión. El asunto es que Agustina veía nubes donde yo veía pulpas, como primer punto. Diferente hubiera sido si a la gente como uno le dieran la oportunidad de hablar, de contar cómo son las particularidades del mundo daltónico. Pero no, Agustina desde el primer día que le conté sobre ese universo de formas y contrastes ajeno al suyo, se entregó a una vocación ansiosa por discusiones sobre longitudes de onda o de células cargadas de los pigmentos adecuados para realizar las consecuentes despolarizaciones. Segundo punto: Agustina es fotógrafa, y debo admitirlo, me gusta mucho. Y ...